En tiempos de tanta inestabilidad y violencia —en las calles, en la cancha y donde usted pueda imaginarlo—, las falsas promesas son tan conocidas, como vanas: se viene una guerra por el sillón de la ANFP. Pero esta vez es en serio, dirá algún datero infame. Y para sostenerlo, jurará que asomarán misilazos de lado y lado, y, quizá, hasta un escandalillo. No lo dude.
Pero nada muy terrible. En realidad, apenas si es un simulacro de lucha. Como esas peleas de gigantes musculosos que se van al piso apenas les rozan la cara.
Desde ya, le apuesto que por la testera de Quilín habrá un par de acusaciones, aunque sin mayor gravedad porque, usted sabe, nos conocemos todos y tampoco estamos para estirar tanto el mantel porque al final se rompe (¿o será el hilo?).
Pero estos ataques tendrán la suficiente pimienta para liderar un par de programas deportivos en la TV, la radio o las redes sociales (no hay que menospreciarlas, menos ahora que todos miran el celular hasta cuando duermen).
Hay más. Ambos candidatos —a saber, Pablo Milad y Lorenzo Antillo— dirán que el trabajo de la selección anda ahí nomás, como cumbia clásica. Por lo mismo, un moderno centro de entrenamientos, con lujos y tecnología de este mundo y del otro, aparecerá en el horizonte. Aunque quizá sea un día nublado porque no se ve muy claro. Lo importante es que habrá fotos con alcaldes y harta prensa con un título elegante, pero poco novedoso: ANFP construirá moderno complejo deportivo.
También le apuesto que el Fútbol Joven asomará en la parrilla. Es época de elecciones y, como es habitual, le van a ofrecer de todo. “Debemos potenciar el trabajo con los niños porque, como usted y yo sabemos, los niños son el futuro de Chile”, dirá alguno de los candidatos, quizá el que tenga más
pasado político.
¿Falta algo más? Sí pues. No nos podemos olvidar del comodín Seguridad. “La violencia no le puede ganar al fútbol”, dirán los candidatos al unísono. Incluso agregarán que “debemos erradicar este flagelo del estadio”.
Lo que no quieren reconocer es que este partido ya se pierde por goleada y sufriendo cuatro expulsiones. Y, obvio, ellos tampoco aportarán soluciones. Imposible. De nuevo, falsas promesas.
Salvo que, con voz firme y mano fuerte, solicitaran a sus posibles votantes que utilizaran hartos recursos económicos en guardias e infraestructura para evitar avalanchas, fuegos artificiales y lanzamiento de proyectiles.
Y que también exigieran castigos deportivos por estos hechos. Pero eso solo ante las cámaras de TV. En privado, y con harta confianza, dirán que los tergiversaron, que no es el momento de gastar la platita y que, al final, solo somos unos pobres y maravillosos dirigentes que quieren ayudar a este deporte.
Esta lucha por la ANFP (y la Federación de Fútbol) ya se conoce hace rato. Y el balance suele ser el mismo: harto show y poco contenido.