En definición por penales de la Supercopa, Magallanes se impuso a Colo Colo, luego de empatar 1-1 en los 90 minutos. El equipo de Nicolás Núñez no sintió el impacto de enfrentar a los albos, campeones con largueza del torneo 2022. Fiel a su estilo, incluso cuando se vio desacomodado, siempre intentó jugar.
Lo normal cuando un equipo de los llamados chicos se enfrenta a un grande, como Colo Colo, es que tome precauciones defensivas. El libreto es ordenarse en sus últimos metros, apostar por la salida rápida, algún balón detenido o al desgaste del adversario, que suele tomar el protagonismo. En ocasiones, esporádicas, el inferior en los papales se atreve a ir a buscar al grande. Lo atora, genera algunas situaciones, pero al menor descuido o por la diferencia de jerarquía, la lógica se impone.
En Sausalito eso no pasó.
Magallanes enfrentó a Colo Colo por la Supercopa del fútbol chileno, que mide al ganador del torneo Nacional y al campeón del Ascenso, sin renunciar a sus principios, a la idea que inculca Nicolás Núñez desde que asumió en los carabeleros. El 1-1 de los 90 minutos respondió al equilibrio que se observó. En la tanda de penales, los albicelestes se impusieron por 4 a 3 y levantaron un nuevo trofeo.
En el inicio la superioridad de Colo Colo, manifestada en su condición de campeón de la temporada 2022, pero ante todo en el cartel de sus futbolistas, se hizo sentir. A pesar de ese complejo arranque, Magallanes nunca se vio descompuesto. Esa mezcla de futbolistas veteranos, encabezados por el capitán César Cortés, con la viveza de Felipe Flores como centrodelantero, más los emergentes Manuel Vicuña -el mejor del partido-, Tomás Aránguiz y el rendidor lateral izquierdo Felipe Espinoza, supo amalgamarse en el terreno de juego y permitió a los pupilos de Núñez competir con sus argumentos y convicción: la pelota no se rifa, se intenta jugar desde abajo, construir con los mediocampistas, generar circulación de lado a lado e intentar poner a los extremos mano a mano con los laterales rivales, para que encaren.
Como manda el manual, pero como también se escribió en los barrios donde se juega el fútbol de siempre: lo que saben con la pelota se atreven y van por el desequilibrio. Lo entendió Vicuña y Yorman Zapata lo ratificó cuando ingresó en el complemento.
Lo anterior no significa que Magallanes superara de manera ostensible a Colo Colo en el trámite de la Supercopa. El cotejo fue parejo. El mérito de la Academia estuvo en que se atrevió a jugar de la única forma que sabe. Con pases fuertes, profundizando cuando se podía.
En esto hay un mérito. La idea del entrenador la respalda el presidente del club, Cristián Ogalde. Todos los futbolistas que llegan al Municipal de San Bernardo, comuna donde volvió a afincarse, hablan el mismo idioma. Son del mismo corte, pero, ante todo, creen en una manera de jugar. Es el caso de Alfred Canales, de gran campaña en Universidad de Concepción, que llegó a préstamo de Audax Italiano. Un contención ordenado y claro en la salida.
Esto no implica que Magallanes será candidato al título de Primera División, categoría a la que volvió luego de 36 años. Tampoco es un aspirante a los torneos internaciones desde la billetera. El objetivo es asentarse en la categoría, aguantar los cimbronazos que de seguro asomarán, porque el cambio de exigencia suele ser traumático. En esta oportunidad lo que se realza es la idea del técnico, el correlato que existe entre el discurso y la propuesta en la cancha. Los carabeleros quieren a la pelota, la respetan. Si les va bien o mal, es otra cosa, porque el rival juega y el peso específico de las individualidades en algún instante se aprecia.
¿Y Colo Colon en esta Supercopa? Hay que esperarlo. Sin quererlo está en una transición. Se fueron los laterales de ambos costados, fundamentales en su manera de atacar, pero además vio partir con polémica a su mejor jugador. La ausencia de Juan Martín Lucero no es fácil de reemplazar. En la medida que el plantel termine de conformarse habrá que exigir otra cosa, aunque el funcionamiento solo se alcanza jugando.
El problema es que, en los clubes grandes, como Colo Colo, ese espacio casi no existe. Un desafío más para Gustavo Quinteros, que desde su llegada a Macul mostró su muñeca.