Marcelo Salas abre su intimidad para repasar su carrera, la realidad del fútbol chileno, de su club, Deportes Temuco, pero también sus definiciones sobre un deporte que ama. En su estilo, frontal, con pocos adjetivos, eleva la relevancia de Marcelo Bielsa en el proceso que vivió la selección nacional y con pragmatismo de goleador, explica por qué no quería que descendiera Colo Colo.
Fotos: Pepe Alvujar
Mediodía en Santiago. Vitacura y Alonso de Córdova. Marcelo Salas revisa su celular en el restaurante Starnberg. El tiempo pasó, llegaron los 40 y también los lentes para leer. Sus hijas dejaron la adolescencia, son alumnas universitarias y la preocupación diaria del autor de cuatro goles en el Mundial de Francia 98, mejor jugador de América 1997 e ídolo de Universidad de Chile, es la campaña de Deportes Temuco, el club de su ciudad que batalla en el ascenso por retornar a Primera División.
Antes de partir a Lazio, en 1998, comentaba que al concluir su carrera se iría para su casa. La realidad muestra un presente opuesto, que el cordón umbilical entre el jugador que remeció la segunda mitad de los noventa y el fútbol es indisoluble. Charla larga para escuchar al Matador de siempre.
– ¿Cómo ve Marcelo Salas al fútbol chileno hoy? ¿En caída, en alza, estancado?
Hace varios años que perdió calidad y nivel. No es por menospreciar, pero por algo hay jugadores de 40 años, jugando bien y no aparece el recambio. Esteban Paredes va a Coquimbo y hace goles. El “Mago” Jiménez volvió con 37 o 38 a Palestino y es titular, fue a la selección, meritoriamente, no regalado y creo que debió ir a la Copa América. El mismo “Chupete” Suazo, que vuelve a los 40 años y haciendo goles.
En un fútbol más competitivo, de más alto nivel, no podrías hacerlo. Esto te hace pensar que no está tan bien el fútbol chileno, que el nivel no es tan alto; se ve en los torneos, se aprecia una irregularidad en los equipos grandes. En Primera B es mucho peor. Un torneo muy parejo, que ganas al puntero y pierdes con el colista, o te toca una cancha horrible, o un árbitro que te cobró un penal que no existe o un gol que no fue y no hay nada que hacer, porque no hay VAR.
– ¿Eso se nota también en la selección? En las eliminatorias, más allá de que Chile debió ganar por goleada, empató con Bolivia, y perdió con Venezuela. Los dos que fueron eliminados en la fase de grupos de la Copa América. Y de la fecha triple de septiembre, ni hablar. El punto en Quito, una derrota cerrada con Brasil y la debacle en Barranquilla ante Colombia.
Y le ganaste 1-0 a Bolivia, en el segundo tiempo sufriendo un poco y no tenían al único que hace goles, Martins, que, si hubiera estado, con las oportunidades que se creó, nos hubiera complicado más y capaz que nos empataba. A mi juicio hay algo que no se ve y es que los jugadores se van muy jóvenes, pasa uno o dos años, en que se pierden un poco, porque no van a llegar a jugar afuera, pero esos dos o tres años son los de maduración o aprendizaje para que vuelvan después a la selección. Entonces, ¿por qué la selección es competitiva?, porque los jugadores juegan afuera, desaparecen un tiempo, pero luego vuelven, como pasó con (Francisco) Sierralta. Al menos, vamos a tener selección, pero al fútbol chileno va a ser difícil levantarlo.
– ¿Cómo ha visto Marcelo Salas a U en estos últimos años?
Sufrida. La U no se veía como se tiene que ver un equipo como tiene que ser la U, de ser protagonista, de ir al ataque, de buscar los partidos. Veía un equipo sin ideas, muy pasivo y creo que solamente el nombre de la U o de otro club grande en Chile, te obliga a ser protagonista. Y en el caso de la U, no se vio eso en estos dos años. No es bueno interrumpir los procesos técnicos, porque tiene que venir otro nuevo, pero hay momentos en que debes hacerlo. Creo que el cambio (la salida de Rafael Dudamel) era necesario.
-En su condición de futbolero, ¿cómo vivió el casi descenso de Colo Colo?
Desde dos puntos de vista. Como futbolero, le haría muy mal al fútbol chileno que descienda un equipo como Colo Colo, la U o la Católica. Son clubes importantes, que te ayudan a levantar, a pesar de que ellos tengan un monopolio en cuanto a gente, contratos, plata y todo lo demás, pero al final son los equipos que finalmente le dan vida a nuestro fútbol. Ahora, como hincha, no me río de esas cosas, pero me hubiera dado lo mismo; descendió, descendió. No me hubiera burlado de eso, tampoco. Ahora, como directivo, presidente de Deportes Temuco, era muy malo. Porque si ya habían bajado Coquimbo, Iquique y si bajaba Colo Colo, tenemos un año más en el ascenso. Sin VAR, sin los recursos que tiene Colo Colo, iba a ser muy difícil tener ese cupo, para qué vamos a estar con cosas.
– ¿El descenso de Deportes Temuco es lo más duro en la vida deportiva de Marcelo Salas?
Sí, muy triste. No lo esperábamos, la intención siempre fue refundar el club. Cuando lo tomamos estaba casi desaparecido. Nuestra idea era llegar en cinco años a Primera División y lo logramos en tres. Clasificamos a una Copa Sudamericana histórica, algo que nunca vivió el club. Nos dolió porque estábamos compitiendo en una Copa internacional y acá peleando el descenso. No bajamos por un problema de plantel o recursos. El equipo entró en un mal momento, Miguel Ponce -entrenador del plantel- fue muy porfiado en cuanto a continuar con un equipo, cuando podría haber hecho cambios. Faltó haber renovado un poco y caímos en un pozo en el que no podíamos salir, lo que sucede en estas circunstancias. Después viene la obligación de ganar y no se lograba. Es parte del proceso de aprendizaje.
– ¿Lo hablaron en el momento?
Varias veces. Él seguía con un equipo y nosotros le decíamos que probara con gente que estaba fuera y esperaba su oportunidad. Lo hizo al final, en los últimos tres partidos, donde ganamos dos y perdimos uno, con la Católica, que fue campeón, en la última fecha. El cambio fue tarde.
– ¿Cuál es el proyecto de Temuco en la actualidad?
Cada vez está más difícil, porque te bajan los cupos y es complicado, pero nuestro objetivo es volver a Primera División, a una Copa internacional y fortalecernos.
Marcelo Salas y su leyenda
Los goles escribieron la historia de Marcelo Salas. Por eso resulta llamativo revisar con el protagonista de la película varios de los tantos que lo instalaron como un delantero inolvidable.
A la hora de elegir los grandes goles de Marcelo Salas, le presentamos una lista: contra la UC el 94, el primero a Boca en La Bombonera, el de River ante Nacional de Medellín, el con Vélez en el primer título con River, los del Mundial a Italia, el que hizo a la Juve por la Lazio en su primer año en el Calcio, la paloma a Uruguay en su último gol por la selección, o el cabezazo en el Nacional con Uruguay el 96 o el de Wembley.
Se te queda fuera uno que hice a Liga de Quito, por River (en su segunda etapa); compite con el de
Wembley: controlo de derecha y le pego de volea con la izquierda, sin que cayera la pelota. Poca gente lo nombra. Está el cabezazo contra Italia, la final contra Sao Paulo por la Supercopa, cuando hago el gol con la derecha. El con la Católica definió prácticamente un campeonato y también queda en la memoria.
– ¿Cómo fue el gol a Patricio Toledo?
Me acuerdo del centro. Era una jugada establecida con Víctor Hugo. Cuando yo metía el pique a la espalda de los centrales, él metía el pase. Con Uruguay también hicimos el gol así, cuando cabeceo y desvío la pelota. Cuando Víctor levantaba la cabeza, yo empezaba a marcarle la jugada.
– ¿Y el primero a Boca?
El de la Bombonera fue especial, porque estaba mi familia. Era mi primer partido como titular y es el primer gol que hago por River. Mi familia no lo pudo celebrar, porque estaban en algo así como la tribuna Andes, entremedio de pura gente de Boca. Yo estaba vuelto loco, no sabía para dónde arrancar. Me acuerdo de que Ariel (Ortega) viene por la derecha, mete dos enganches a (Néstor) Fabbri, tira el centro, quedé pasado del primer palo. Controlo y quedo listo para pegarle con la derecha. Cuando voy a celebrar viene Hernán Díaz y me dice que haga el gesto. Él, hasta el día de hoy, ve mucho fútbol. Y me tenía visto, que cuando yo celebraba hacía así (mueve el índice de la derecha hacia arriba). Ahí me arrodillé y él se arrodilló al lado mío.
– ¿Recuerda el de la semifinal de la Supercopa 97 con River frente a Nacional de Medellín?
Estaba parado en tres cuartos, mitad de la cancha. Ellos van saliendo por la derecha y hacen un cambio de frente y quedan cortos. Cuando voy a controlar, veo que el arquero está adelantado -no sé, en el punto penal- y ahí controlo pensando en pegarle al tiro y meterle la zurda.
– ¿Y el con Vélez en el título del Apertura 96?
Salas y River campeón, jajaja (ríe, rememorando el relato de Marcelo Araujo). En el segundo tiempo se lesiona Enzo (Francescoli) y se caía el cielo lloviendo. Si ustedes revisan esa foto, aparece que Enzo me pasa la jineta y me la pongo. No se la pasé a nadie.
– ¿Y no le dijeron nada?
No, nada. Cuando se ve el cambio se nota que agarro la jineta, me la pongo y me voy directo para el área. En el primer gol explotó el estadio (hace un gesto de emoción). (Sergio) Berti me la pica, entro y me veo enfrente de (Pablo) Cavallero, amago para la derecha, él pasó y casi me caigo, me mantengo en pie, me apoyo y sentía de atrás que todos me gritaban ‘dale, dale’. Controlo y de borde externo le doy el cachetazo al lado del palo. En el segundo controlo el centro de (Marcelo) Escudero hacia atrás y ahí Christian Bassedas abre las piernas y le doy por entremedio. Fue muy lindo, mi consagración, el campeonato, el relato de Marcelo Araujo, que quedó marcado hasta el día de hoy.
-El primero a la Juventus, por la Lazio, fue espectacular.
Ese fue un centro de Sergio Conceicao desde la derecha y aparezco a la espalda de Mark Iuliano, que después fuimos compañeros y grandes amigos. Controlo de pecho, sale el arquero (Morgan deSanctis) pensando en que se me va larga y ahí yo se la punteo por la derecha. Un golazo. Le hice dos o tres goles a la Juve y ahí Lippi (Marcello), que me quería llevar de antes, parece que dijo ya, jajaja.
-Imposible no mencionar el 1-0 a Inglaterra en el amistoso en Wembley.
Con el Coto Sierra era algo parecido a lo de Víctor Hugo, venía de los entrenamientos. Estoy más o menos en la mitad y cuando veo que Clarence (Acuña) se la toca, le marqué con el pique a la espalda.
– ¿Le gritó?
Es que muchas veces no es necesario gritar. Tú picas y el otro ya sabe. Obviamente fue la perfección de la jugada completa, porque piqué a la espalda del central, pero la pelota del Coto va donde tiene que ir. Obviamente, fue todo perfecto: el pase, el control y la volea al mismo tiempo.
– ¿Se acuerda en qué pensó?
Lo primero es que salí corriendo para la foto del caballero, jajaja. (N. de la R: El caballero es Pepe Alvújar, fotógrafo enviado por Don Balón, quien ilustra esta nota, y lo esperaba en el banderín de esquina). Escuchaba los gritos nuestros, el gol, pero el estadio estaba en silencio.
-Pepe interviene y agrega: “Yo los escuchaba, Marcelo Salas gritaba ‘goool ctm’”.
“Me abrazaba con todos. Era algo muy especial”, agrega el Matador: “Al otro día me presentaban en Roma, había ido Sergio Cragnotti, presidente de la Lazio, con su hijo, el director deportivo, Nelio Governato, que me fue a contratar a Argentina. En el fondo se estaba jugando los huevitos. No habían comprado a Ronaldo el año anterior, entonces no se podían equivocar de nuevo. Y fueron a comprar al Mejor de América”.
– ¿Cuál es el mejor Salas?
Creo que mis mejores versiones fueron el segundo semestre del 97 y el primer año en la Lazio. La eliminatoria del 98, con el término de mi primera etapa en River. El 99 también fue bueno, el 2000 fuimos campeones y mantuve el nivel. Además, todo se cerró con títulos y premios.
-El 97 le salía todo.
Sí, siempre. Cuando llegué a River (1996) fui al banco, estaban por la cuarta o quinta fecha. Debuté con Huracán, jugué como 20 minutos en Parque Patricios. Era un equipazo, campeones de la Copa Libertadores, había llegado el Jardinero (Julio) Cruz, que hacía goles todos los partidos. Yo estaba fuera y veía que River generaba seis, siete situaciones de gol y hacía tres o cuatro. Sabía que en los 20 minutos que jugara iba a tener una o dos opciones. Estaba con mucha confianza.
-En River fue compañero de Marcelo Gallardo, en las dos épocas. ¿Lo veía como entrenador?
Nunca lo hablamos tan directamente, hablábamos mucho de fútbol, pero no lo asociaba a que fuera entrenador después, como sí lo hacía con Hernán Díaz o Leo Astrada, que veían y analizaban todo. Con Marcelo veíamos fútbol todo el día. Después fui compañero de pieza dos años con (Diego) Simeone en la Lazio y antes con Roberto Mancini. Ahí también, todo el día fútbol y estaba claro que el Cholo iba a ser técnico. Mancini igual, era el “ayudante” de (Sven Goran) Ericksson, hablaban todo.
– ¿Habla con Mancini?
Por Instagram nos hemos mandado un par de mensajes. Era el técnico en la cancha. Cuando llegué éramos la dupla de ataque.
-De sus compañeros de ofensiva: ¿con quién se llevó mejor Marcelo Salas?
Iván (Zamorano) y (Christian) Vieri fue con los que mejor me complementé. Eran 9, pero no eran 9 fijos, parados al medio, tenían la opción de salir, de aparecer por la derecha o por la izquierda. Con Vieri en la Lazio, él era centrodelantero, pero si revisamos las imágenes, me habilitó en varios goles. Lo mismo con Iván en la selección.
-Se habla de la dupla Za-Sa, pero si analizamos, por lesiones, suspensiones, no jugaron tantos partidos juntos, pero de inmediato tuvieron sintonía.
Del primer partido, con México en Los Ángeles. Me adaptaba a jugar por fuera, generar una pelota, engancharme, aguantar la pelota e Iván era más 9, estaba más cerca del área. Era importante la personalidad y el espíritu que teníamos cada uno. Iván no tenía problemas en ir a apretar al central o el lateral, hubo sinergia.
El epílogo
En 2005 Marcelo Salas regresó a Universidad de Chile, cuando los azules mostraban síntomas claros de una severa crisis económica que los llevaría a la quiebra en el segundo semestre de 2006. Las definiciones perdidas del Clausura 05 frente a Universidad Católica y la del Apertura 06, ante Colo Colo, quedaron en la retina de los hinchas.
“Para mí esas finales eran cerrar mi carrera con un título. Si se daba con la Católica, chao, hasta luego. Lo mismo que con Colo Colo. Al final la terminé cerrando al otro semestre, quedando fuera en semifinales con Cobreloa, cuando hago los dos goles. Las viví a full, después de vivir un 2003-2004 muy malo en River por las lesiones, aunque después fuimos campeones.
En 2005, cuando llegué, solo tuve una lesión, no me molestaba la rodilla, pero después tuve que operarme el menisco de la rodilla derecha. Empecé a sentirme más averiado. En las dos finales sentía que podía cambiar el partido en cualquier momento. Por ejemplo, en la semifinal con Cobresal, donde hago un par de goles, genero la jugada del penal. Parecía que pasaban ellos. Ahí me acuerdo de esa jugada por la derecha con la UC, en que me saco a dos, parece que a Jorge Ormeño, y se la paso a (Cristián) Canío”.
-En la final con Colo Colo vio el partido cuando llegó a la casa.
Siempre lo veía, me quedaba despierto, porque llegaba a la casa con toda la adrenalina. Perdimos y te queda dando vuelta, porque fue muy peleado. Hicimos un gran partido a pesar de que teníamos un plantel que era de un poco menor nivel que el de Colo Colo. La ida la perdimos 2-1 y la revancha lo dimos vuelta y ellos terminaron pidiendo la hora.
-Sobre el final casi hace el gol del título en un cabezazo en la zona del primer palo.
Un par de veces lo hablé con David Henríquez. En esa jugada del final, él me estaba marcando. Me dice “cuando te vi saltar, cagué”, porque no me alcanzó a agarrar. Cuando salté, sabía que estaba fuera del marco del arco. Me elevé y traté de cambiar la trayectoria más de lo normal. Por eso que no da. Cuando revisas el video, te das cuenta de que salté mucho y debía hacer el esfuerzo de cambiar la dirección de la pelota y bajarla. Cuando cabeceé pensé que entraba. Si hacía ese gol me iba para adentro, chao, pa’ la casa.
– ¿Y cuándo vio a Mayer Candelo picar el penal a Claudio Bravo?
Fui jugador y no voy a crucificar al que se pierde un penal, porque yo también perdí penales. Pateo el primer penal y cuando volví les dije “ya, hueón, aseguren”. No cancherear en el fondo. Y justo viene Candelo y Droguett y los dos así (mueve las manos, mostrando remates suaves). Ahí dije ‘estamos perdidos, cagamos’. Creo que Hugo pudo asegurar más, porque en el caso de Candelo era su forma jugar. No fue de canchero. Y con la Católica, uno de los que mejor le pegaba en el plantel, Waldo (Ponce), le pega mordido y se lo atajan. Estaba contabilizado como gol.
Luego vendrá la etapa del síndico José Manuel Edwards, el distanciamiento con Sergio Vargas, el alejamiento parcial en el primer semestre de 2007, el retorno a la U con Arturo Salah y la despedida de la selección con Marcelo Bielsa. Marcelo Salas recorre esos dos años, en el que casi como una paradoja, se retiró anotándole dos goles a Cobreloa, el club al que marcó su primer tanto.
“Me habían llamado del Chicago Fire de Estados Unidos, viajé, me ofrecieron quedarme, pero no quise. Enero y febrero de 2007 descansé, las vacaciones que no había tenido nunca y en marzo me puse a entrenar. No tengo claro las fechas, pero me llama Arturo Salah y me pregunta qué voy a hacer. Le digo que nada. Ahí me dice que iba a volver a la U. Me dice que quiere hablar conmigo, verme. Coincidencias de la vida, vive en el mismo edificio en el que viven mis hijas, hasta hoy.
Yo creo que quería ver cómo estaba físicamente, jajaja. Don Arturo no da puntada sin hilo. Llego a la casa y me dice “ah, estai bien” (tomando aire e imitándolo con los hombros). Ah, me quería ver, le digo. Le conté que estaba entrenando hacía tres meses. Ahí me dice que mi carrera no podía terminar como estaba terminando. Le dije que pensaba lo mismo, que tenía ganas, que quería cerrar bien mi carrera y feliz si era con él. Sabía que iba a estar todo en orden, planificado y me dice que me necesitaba en el camarín para refundar la U después de los años malos”.
-Después lo cita Marcelo Bielsa…
Me sentía bien e importante, sin lesiones, desequilibrante en el equipo. Un día estaba concentrado y me llama Berizzo. No me acuerdo si estaba con Pedro Morales o Felipe Seymour en la pieza, o Miguel Pinto, que fuimos harto tiempo compañeros de pieza. Ahí me dice que está en México y que Bielsa tomó la selección chilena.
‘¡Qué bueno!’, le digo. ‘Cómo estás’, me dice. ‘¿Qué pasa?’, le pregunto. Y me cuenta que Bielsa le dice que viajara de inmediato a Chile, porque quería que fuera su ayudante. Ahí me comenta que le pidió que hablara conmigo, que cómo me sentía, que le gustaría que estuviera en el camarín, en las citaciones, que liderara un poco este proceso que se iniciaba. Ahí le dije, ‘Toto, feliz. Me siento bien para ir, pero no sé si llego al Mundial. Si vas a estar tú y Bielsa, vamos’. Y así fue, la primera citación al aeropuerto y luego a Austria.
-Ese ciclo termina de Marcelo Salas su último gol en la selección, en el 2-2 con Uruguay. El gol de paloma ganándole a Diego Godín, casi suicida, yendo a buscar la pelota al primer palo.
Sí, fue un poco de todo ese gol. En el entretiempo sabíamos los comentarios de la televisión.
– ¿Qué decían?
La vaca sagrada, lo primero. Habíamos tenido un partido difícil, no es fácil jugar en Uruguay. Los comentarios nos estaban matando. En el segundo tiempo salimos medio enojados, medio picados en el orgullo, al menos yo. Eran mis últimos partidos en la selección y quería terminarlos bien. Salimos con todo, por eso, cuando veo la pelota ahí, que era una jugada preparada -ustedes vieron los entrenamientos-, el desborde por la izquierda, el centro y el delantero tiene que llegar.
Marcelo lo recalcaba: ‘Villanueva, usted tire el centro, el 9 tiene que llegar al primer palo o el punto penal. Usted tírelo’, decía. Yo sabía que mi responsabilidad era llegar. Sabía que, si el Piña le pegaba bien, la pelota iba a llegar ahí. Cuando Hugo (Droguett) abre a la izquierda yo estoy en el medio, aguantando un poco, entre el punto penal y el área. Cuando veo que el Piña hace el movimiento, meto el pique y por eso anticipo a Godín. Él esperaba el centro o aguantarme, pero yo voy porque sabía que tenía que ir y por eso me tiré con todo.
-El encuentro con Bielsa es en el final de la carrera de Marcelo Salas. ¿Cómo lo evalúa?
Para mí es uno de los mejores entrenadores que tuve. Yo venía de Europa, de estar con Lippi y una hora táctica, de Ericksson, de otra hora de táctico, con movimiento para acá y para allá. Entonces para mí no era algo nuevo, pero si tienes que evaluar a un entrenador por su trabajo, era uno de los mejores. Me dejó mucho, aprendí mucho. Lamentablemente fue al último, quizás si hubiera sido un poco antes nos podríamos haber sacado provecho mutuo. Si llegaba un par de años antes, perfectamente podría haber llegado al Mundial. Yo ya estaba con la lesión de la rodilla, del tobillo, estaba muy averiado. Quizás podría haber llegado al banco, para 20 o 30 minutos, pero en mi cabeza la idea era estar entrenando siempre, más con Bielsa, que no puedes no entrenar, entonces era una exigencia que no podía cumplir.
– ¿Qué le gustaba o sorprendía?
Yo tenía conocimiento de lo que él estaba haciendo, en cuanto al trabajo táctico. Quizás tú hablaste mucho más con Bielsa que nosotros, con nosotros no hablaba nada. Te daba las instrucciones, se daba vuelta y se iba. Preguntaba si entendías. Podía explicar una vez más y si no, chao. Se enojaba o cambiaba de ejercicio. Es un adelantado, sobre todo en la parte táctica, que es fundamental. La parte táctica que él le dio a esta generación fue fundamental para lograr lo que se logró, porque en el fondo te ordenó (enfatiza con energía). Más allá de cambiar la cabeza, que a todos les gusta hablar de que cambió la mentalidad, lo que hizo Bielsa es que te ordenó en la cancha. Te dio armas. Porque a todo lo bueno que somos, le dio la otra parte, lo físico, el meter y atacar sin miedo.
O sea, cuando dicen que Bielsa no dejó nada -varios han dicho eso- es porque no lo tuviste o estai cagado de la cabeza.